CARLOS LATORRE
El actor bailarín en el mundo antiguo aprendió su arte en los rituales de casería, chamanismo, en los bosques y estepas, en los templos de los sumerios, babilonios, egipcios, griegos, romanos; interpreto el cuerpo como receptáculo de la divinidad, como receptáculo del cuerpo dios, como receptáculo del conocimiento.
El actor bailarín en la contemporaneidad percibe el cuerpo como receptáculo de la polisemia, de lo transcultural, receptáculo de la fusión, el multi cuerpo, eternamente en transformación, buscando la construcción continua de nuevos y mejores mundos, mas armónicos, mas allá de los límites de la ficción, de la realidad.
La identidad no solamente es un sistema de costumbres manipulables, es la memoria sagrada del recuerdo de los orígenes, del recuerdo de las esencias del individuo, de la comunidad, de los pueblos, de las naciones que le permiten no desaparecer en el olvido, le permiten no desaparecer en el no ser.
La danza contemporánea en Colombia es una manifestación artística de resiente desarrollo; el arte del teatro en Colombia nos lleva aproximadamente dos siglos de construcción continuada, agradecemos el conocimiento, experiencia, sabiduría del teatro colombiano; porque nos ha ayudado a construir nuestros procesos escénicos, hacia nuevos horizontes.
El teatro enriquece a la danza y la danza enriquece al teatro, dos oficios que se complementan íntimamente desde sus fundamentos para lograr la construcción de la metáfora escénica más significativas; el cuerpo teatralizado, el cuerpo danzado, son dos caras de la misma moneda que desentrañan un misterio oculto que no se deja desentrañar a través de la inmediatez si no a través del trasegar del tiempo.
El actor bailarín es la nueva fusión de nuestros tiempos, fusiones antiguas que nos permitirá potencializar el sagrado oficio del danzar actuando, del actuar danzando para unas épocas en deconstrucción y otras épocas por venir; bienvenido el nuevo cuerpo; bienvenido el nuevo ser humano.
